21 junio 2005

¡No me largué lo' flane', negra!

Es sabido y consabido que la predispocisión bípeda a la gordura es socialmente adquirida. Las gordas existen porque una cultura las creó juntando el hedor de Mc Donalds y la mercadotecnia de los chocolatines. Le ofrecen a nuestras mujeres una cantidad ilimitada de basura rica en grasa, y terminan ricas en grasa ellas mismas. Millonarias. Es tiempo de decir algo al respecto.

En primera instancia, el sistema capitalista es algo difícil de vencer, como lo comprobaron Ortega y Garfunkel. Por otro lado, habiendo tanta oferta de morfi, la alternativa a estar gorda son dietas lopezmurphistas para mártires. Ergo, y habiendo tanta grasa dando vueltas hoy día, sería razonable que las gordas del mundo hicieran valer sus derechos de mayoría como hacen todas las mayorías y patoteen a todas las minorías que las haga quedar mal.

Así como luchan por el derecho a ir vestidas por la calle pidiendo que algún modisto previsor fabrique talles no-bulímicos, es hora de que las gordas, movilizando una maromba fosfolípida de desenfreno insurrecto, le digan NO a las supermodelos.

Es una guerra en la que las supermodelos tienen todo por perder, y nuestras vaquitas todo por ganar. La Industria Cultural Argentina está plagada de promotoras, bailarinas, vedettes y gatúbelos, todas que las soplás y se vuelan, haciéndonos olvidar de las bondades de la abundante carne argentina. Hay que darse cuenta de que gordas sobran y supermodelos, para ser sinceros, cada vez ligamos menos. Reconozcámosles una cierta belleza interior, bien bien interior, y dejemos que brillen en los medios en lugar de esas supermodelos del orto.

Quiero gordas en la tele todo el día, gordas en calza en las estaciones de servicio, secretarias gordas que le quiebren las rodillas a cien jefes, gordas bailanteras en "Siempre Sábado", gordas que hagan cámaras ocultas, gordas que nos repartan descuentos del telo y entradas para El Bosque, gordas que nos atiendan en Pelvis y hasta gordas que nos vendan un bronceador rodando por la playa en cámara lenta al son de "Dejame Soñar".

Basta de anoréxicas, bulímicas y minas lindas en general. Estamos al borde del cambio en la mentalidad del argentino promedio: la hora de la gorda pulenta.

Acompáñenme y voten la Ordenanza Municipal Nº 16.611 que exige que dos de cada tres glúteos usados en carteles publicitarios en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires pesen más de veinte kilos.

¡¡DÍGANLE SÍ A LA 16.611!! ¡¡YA, LOCO!!

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