Capuchita Colorada en:

Estaba Capuchita Colorada en su casucha de chapa, cuando la madre la llamó y le dijo: "Capuchita, llevale este merthiolate a tu abuela que se cayó de la escalera y se partió el cráneo." Enojada (porque estaban a punto de empezar los teletubbies), Capuchita preguntó "¿Por qué no llama a una ambulancia en vez de romperme las pelotas?". "Pues porque es negra y miserable como nosotros. No tiene obra social, ni plata para el médico, ni para los remedios... ni para comer tampoco. Llevale el merthiolate antes de que me enoje y me saque el cinto.", le respondió la mamá, y Capucha Colorada salió a la calle. Antes de alejarse, escuchó que le gritaban de adentro "¡Y ojito con distraerte en el camino, que ya te conozco, reventada de mierda!"

En la villa todo parecía tranquilo, y Capucha aprovechó la soledad de los pasillitos de tierra para armarse un churro nevado, lo más parecido a un desayuno que conocía la pobre patasucia. Al salir a la Avenida San Martín, la calle de goma espuma y el cielo violeta la descolocaron un poco, pero en seguida se desconcentró y se puso a cantar "Dejame soñar / A tu lado / No quiero una tarde en soledá...".

Se distrajo y caminó para el otro lado durante horas. Cuando se dio cuenta (es decir, cuando el efecto cruzado de la marihuana y la cocaína se habían diluido en estupor y ganas de mear), decidió llegarse hasta algún establecimiento que contara con instalaciones sanitarias. Ergo, se metió en otra Villa que tenía a mano y preguntó por el Kapanga del lugar. Le indicaron con suma gentileza donde se hallaba el antro, y hacia allí se encaminó.

Entró a través de las cortinitas de plástico y el Sr. Gato la recibió contento, dado que vio la chance de, además de ayudar a una muchacha en apuros, ligar algo de cachucha. Le indicó dónde se encontraba el tocador y le convidó un sobrecito blanco para que se empolvara la nariz. Capuchita salió contenta y se fueron a acostar para descansar un poco del trajín del día.

Dos semanas después, cuando el Sr. Gato salió a conseguir más polvillo, Capuchita recordó el merthiolate y salió de la casa del Gato, no sin antes llevarse el DVD y la platería.

Para llegar a tiempo a lo de su abuela, decidió tomarse el 98 y se puso a esperar, silbando contenta pues tenía consigo un poco de paco. Pero no sabía que, un muchacho la escuchaba en la parada del colectivo. Era el Moncho Feroz, delincuente de extenso prontuario que se le arrimó y le dijo: "Niña, ¿a dónde vas con ese merthiolate?" "Me llamo Capuchita Colorada, y voy de mi abuela que se partió el cráneo hace dos semanas, aproximadamente". A lo que el Moncho respondió, "Entonces, Capuchita, ya debe estar muerta". La joven lo pensó y dijo "Tenés razón. Estoy tan endrogada que no lo había pensado". "¿No prefieres mejor bajar aquí del 98 y echarnos una revolcada en los yuyos?", propuso el Moncho Feróz y agregó "Mirá lo que tengo para vos". "¡OIA!", se sorprendió Capuchita, "es enorme".

Y vivieron felices, durante unos meses, ahí, en los yuyos. El Moncho tenía razón, la abuela ya había muerto. Y la madre de Capuchita, después de la primera semana de ausencia, decidió subalquilarle el catre de la niña a un ex-presidiario que precisaba guardarse un mes y medio, pero que se quedó un par de años curtiéndose a la señora.

Colorín Colorado, este cuentito ha acabado.


El Moncho, después, tras las rejas.